miércoles, 11 de febrero de 2009

Siempre me instaron a que fuera otro, pero...




Me voy de viaje de novios. Os veo en unas semanas, hasta entonces os dejo dos regalos.

El primero es una grabación de Glenn Gould pocas semanas antes de morir, mientras saborea y disfruta cantando, comiéndose y bebiéndose sorbo a sorbo esas Variaciones Goldberg que había reinventado casi treinta años antes.



El segundo es un (otro) maravilloso poema del autor favorito de mi hermana favorita, la que hoy me recordaba la frase (...pero mi terquedad es infinita) que da título a la entrada. Besos, hermana.

Asunción de ti - Mario Benedetti

...()...

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Puedes querer el alba
cuando ames.
Puedes
venir a reclamarte como eres.
He conservado intacto tu paisaje.
Lo dejaré en tus manos
cuando éstas lleguen, como siempre,
anunciándote.
Puedes
venir a reclamarte como eras.
Aunque ya no seas tú.
Aunque mi voz te espere
sola en su azar
quemando
y tu sueño sea eso y mucho más.
Puedes amar el alba
cuando quieras.
Mi soledad ha aprendido a ostentarte.
Esta noche, otra noche
tú estarás
y volverá a gemir el tiempo giratorio
y los labios dirán
esta paz ahora, esta paz ahora.
Ahora puede venir a reclamarte,
penetrar en tus sábanas de alegre angustia,
reconocer tu tibio corazón sin excusas,
los cuadros persuadidos,
saberte aquí.
Habrá para vivir cualquier huida
y el momento de la espuma y el sol
que aquí permanecieron.
Habrá para aprender otra piedad
y el momento del sueño y el amor
que aquí permanecieron.
Esta noche, otra noche
tú estarás,
tibia estarás al alcance de mis ojos,
lejos ya de la ausencia que no nos pertenece.
He conservado intacto tu paisaje
pero no sé hasta dónde esté intacto sin ti,
sin que tú le prometas horizontes de niebla,
sin que tú le reclames su ventana de arena.
Puedes querer el alba cuando ames.
Debes venir a reclamarte como eras.
Aunque ya no seas tú,
aunque contigo traigas
dolor y otros milagros.
Aunque seas otro rostro
de tu cielo hasta mí.


Hasta pronto.

domingo, 8 de febrero de 2009

Los buenos y los malos

Hoy me recordaba El País que pronto hará 25 años del asesinato de Enrique Casas. Yo tenía 17 años, la misma edad que tenía ese día su hijo Richard, quien presenció como un cobarde cabrón le pegaba a su padre 13 tiros por la espalda en el pasillo de su casa, frente a su habitación. Lo recuerdo como si fuera ayer.

El periodista firmante del artículo, Luis R. Aizpeolea, nos recuerda hoy que ésas ("sóis unos cobardes, cabrones") fueron las última palabras de Casas, dos segundos antes de los 13 tiros que siguieron al primer tiro en la cabeza y el segundo en la yugular. Nos recuerda también que desde el PSE telefonearon al entonces obispo de San Sebastián, monseñor Setién, para pedirle la catedral del Buen Pastor para celebrar el funeral, y que monseñor se negó con el argumento de que los funerales debían celebrarse en la parroquia correspondiente "pues si hacía una excepción, se la podrían pedir también los familiares de los etarras muertos".

Hace 25 años que Enrique Casas no está entre nosotros. Siguen entre nosotros su asesino -que salió de la cárcel en 2001, tras cumplir 17 de los 50 años de prisión a los que fue condenado- y monseñor. Dos cobardes cabrones vivos, y un hombre valiente muerto. De los dos cobardes no merece la pena hablar, no sea que se les recuerde más de lo necesario: nada.

Del valiente, en cambio sí. Porque esos seres cada vez más raros no dejan de ser personas que convivían con nosotros no hace muchos años. Porque no es lo mismo ser uno "de los buenos" que ser uno "de los malos".

Los buenos. Esa raza en vías extinción a los que casi no vemos, ni oímos, ni leemos. Esos seres que creen que su deber es decir la verdad, su verdad, para que se oiga bien alta y acaso se escuche, y que están dispuestos a defender su verdad a costa de la propia vida, pero no de la ajena.

¿Dónde están? ¿dónde están sus voces? Hace tiempo que no las oigo, quizás es que no escucho.

Esta tarde venían a mi memoria unos versos que aprendí en el colegio por aquel entonces, quizás un año antes, y que habla del silencio y la desnudez del mundo cuando los buenos parecen no existir y los malos campan a sus anchas - son líneas escritas por un poeta derrotado que cruza la frontera con Francia en un frío y nevado febrero de 1939.

DESNUDA ESTÁ LA TIERRA - Antonio Machado

Desnuda está la tierra,
y el alma aúlla al horizonte pálido
como loba famélica. Qué buscas,
poeta, en el ocaso?

Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón. El viento helado,
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia!

En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean;
en los montes lejanos
hay oro y sangre.

El sol murió...
¿Qué buscas, poeta,
en el ocaso?



Tristes tiempos de borregos adocenados y miméticos. Salgamos de nuestro estante, de nuestro cajón, de nuestra celda, de nuestro estúpido estado de embriaguez autocomplaciente. Os dejo con estas maravillosas Variaciones Diabelli-





- y os deseo de corazón que tengáis una buena semana.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Certezas de la espera

Martes, pasa suave la semana. Suena Satie, y suena muy bien.



Ayer por la noche escuchaba una voz querida decirle a alguien que no se merecía su amor. Es complicado ponerse en la mente de alguien, y exponencialmente complicado hacerlo cuanto más lo quieres y lo conoces. Intuyo que la respuesta tiene que ver con lo que quieres hacer con esa tu vida, la única que tenemos (que sepamos), la vida que nos mata sin que nos demos cuenta, suave muy suave y despacio, muy despacio.

Intuyo que tiene que ver con la búsqueda de libertad, que se convierte casi en ansia a fuerza de separar una y otra vez los barrotes con las manos y pasar a través de ellos, una y otra vez, una y otra vez, sin que te importe cuántos más te esperan. Con separar con las manos cuanto nos distrae la atención de las pocas cosas que nos importan, y con dar y hacer sin esperar nada a cambio, huyendo de la idea de la contraprestación. Con seguir el vuelo de los pájaros que nadie puede ver, con dibujar flores con el sétimo dedo en la frente del ser querido que imaginamos delante, y con no dejar de soñar cuando nos levantamos de la cama. Con la espera y con sus certezas. Y con las mariposas que revolotean por nuestras tripas, y las que se mueven algo más abajo.

Con todo y de todo eso va la respuesta, que en realidad es una pregunta – o quizás un interrogante. O tal vez es una certeza, de esas que no nos atrevemos a imaginar, algo parecido a la certeza de la espera a que se refiere el poema que hoy dedico a esa voz querida.

A VECES – Carlos Barral

A veces cuando era
temprano todavía para verte
o cuando la ventana
se abría a la distancia y al sonido
de tanto hierro puesto y tanta arena
que cruje a tierra extraña en los caminos
remoto a la esperanza
me volvía a aquel sitio en que dejamos
las soledades juntas y las voces.

Te hallaba limitada
de corazón disperso y de alegría
por todos los costados y flotando
en la noche segura y abundante
que nunca se consuma.

Sin embargo a lo lejos
tan pronto me acogías con los nombres
de las cosas comunes, en sigilo
sentía que tu isla no estaba ya a mi alcance.

Entonces por entero
reincorporado al límite del cuerpo
volvía a la certeza de la espera.


Que tengáis un buen día.

martes, 3 de febrero de 2009

Inesperado

Mensaje recibido de mi buen amigo Sito esta tarde, que os reproduzco:

"19 putos años intentando volver a ver a Stevie ejecutando un unplugged de Testify, y esta tarde lo he encontrado en el Youtube. Pincha, sube los altavoces y disfruta. Besos,"

Pincho el youtube, suscribo el comentario - y lo comparto con vosotros: canela fina, señores.



A cambio, un poema para Sito - más canela fina:

Canciones I (un Explorador Cansado) - Bernardo Atxaga

Qué otra cosa podría ver un explorador cansado
dentro de los límites de un metro cuadrado de tristeza,
sino Caminos que los limoneros acompañan, sino Colinas
y ondulados Campos donde el vino ya se presiente;

Qué podría ver sinó Islas de Cristal, Ciudades
plateadas, áureas, Amaneceres, Barcos Rojos
que tripulaciones enloquecidas llevan sin rumbo;

Serpientes gigantescas, tigres, podría ver también
ballenas blancas sumergiéndose también en un océano cálido;
Podría ver dos mujeres de vestidos anaranjados
sentadas junto a una pared incendiada por el sol;

Podría ver todos los días irrecuperables
posándose como una bandada de pájaros imaginarios.


Hoy hay canela para todos. Que tengáis un buen día.