sábado, 20 de febrero de 2010

La muerte no existe




Aquí estoy otra vez, ante el cuadro más bello del mundo. Como siempre, sin palabras y con un nudo en la garganta.

Ha salido el sol y las luces amarillas se filtran por la ventana del Mauritshaus: la Mujer de la Perla se ilumina, gira la cabeza y me mira – y no puedo contener las lágrimas. Me acuerdo de los versos queridos (alguna vez de un costado de la luna / verás caer los besos que brillan en mí / las sombras sonreirán altivas / luciendo el secreto que gime vagando / vendrán las hojas impávidas que / algún día fueron lo que mis ojos / vendrán las mustias fragancias que / innatas descendieron del alado son / vendrán las rojas alegrías que / burbujean intensas en el sol que / redondea las armonías equidistantes en / el humo danzante de la pipa de mi amor), y mientras lloro en silencio, Montserrat Caballé porta una rama del muérdago sagrado en su mano izquierda mientras dirige su plegaria a la Luna: Casta Diva.





Después, la escena queda vacía y - un instante antes de volver al mundo- me doy cuenta de que Vicente Ferrer tenía razón cuando decía que la muerte no existe.

Que tengáis un buen día. Mañana dormiré en casa, y volveré a respirar el sol del Mediterráneo -- tan diferente al de aquí.

domingo, 7 de febrero de 2010

Crece la Princesa



Ayer mi princesa tuvo un percance mientras patinaba: por un momento, perdió la respiración, en parte debido al golpe, en parte al susto. Al cabo de unas horas, me decía que había sentido pánico a morir.

Así que ya ha llegado a esa edad en que dejas de tener miedo a vivir, y empiezas a tener miedo a morir. Dentro de unos años sabrá que hay cosas que queremos más que a la vida, y cosas que detestamos más que la muerte, y que la vida no es sino pasear por una fantasía mientras sufrimos una transformación incesante, lenta e imperceptible, hacia el todo y la nada; que no es ni principio de final ni final de principio.

Voy a dedicarle a mi princesa un haiku, dice así-

La alegría de las gotas de agua
En la hierba cuando van
Transformándose de nuevo en vapor



Te quiero, princesa. Te lo dije un día, eres como el agua: rápida y clara. Me recuerdas tanto a tu padre; sin miedo a vivir, con hambre siempre de vida. Y es que me da que has nacido con un defecto congénito que compartimos - creerte capaz de todo.

No dejes nunca de ser un alma libre. Yo te prometo que mientras viva no te faltarán nunca besos, ni flores, ni poesía, ni música -- ni, desde luego, mi hombro. Nada de lo anterior te faltará mientras yo viva, princesa. Palabra de padre.

Te quiero. Suena en tu honor el mejor Dylan que ha visto el mundo, en plena locura de la gira Rolling Thunder Revue, cuando dejaba de ser hombre y empezaba a ser Dios.





Que tengáis un buen día.