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sábado, 26 de septiembre de 2009

Sonidos de niñez

Sonaban, de fondo, desde el salón. Casi siempre era Kempff - y siempre tocaba para mí.




Posiblemente la felicidad absoluta no es posible a partir de cierta edad, quizás ni eso. Acaso no sea sino en el mejor de los casos una tendencia, y en el peor una ilusión.

Posiblemente Dios existe. Posiblemente es diferente, y mejor de cómo nos lo pintan. Si habla, que no creo, seguro que no lo hace con palabras - sino con música.

Que tengáis un buen día.

miércoles, 8 de abril de 2009

Reductos de felicidad



Me pasa un poco lo que a la farola de la foto, me pregunto qué hago encendido de día - porque preguntarme qué cable me suministra energía equivale a querer resolver el misterio de la vida, algo a lo que hace tiempo he renunciado - y se me hace preciso escapar mentalmente de la realidad, aferrarme al sentido común más instintivo y dejar que mis sentimientos me procuren algo de raciocinio (y no al revés), y que mis emociones se conviertan en razones de vida.

Rodeado todo el día de robots con careta de personas, necesito salir de Matrix y refugiarme en mis seres queridos y en mis reductos de felicidad individual para cuidar la poca inteligencia que me queda - esa particular mezcla de emociones y sentimientos pasados por el tamiz de la razón a que le tengo tanto apego porque es mi manual de supervivencia. Y eso, amigos, es lo que voy a hacer estos próximos cinco días, refugiarme en mis seres queridos y en mis reductos individuales de felicidad - la música, el mar, la lectura y alguno más que no viene al caso poner por escrito.

Por cierto, ya he encontrado el texto completo del poema de Almafuerte que posteaba el lunes, se publicó en el volumen "Nuevas Poesías", en 1918. Habla de algo de lo anterior, pero desde una perspectiva de supervivencia muy poco intelectiva - quizás por eso, cuanto más lo leo, más me gusta.


Avanti - Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte)

¡Avanti!

Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte...

¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!

¡Piu Avanti!

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...

¡Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!

¡Molto piu Avanti!

Los que vierten sus lágrimas amantes
sobre las penas que no son sus penas;
los que olvidan el son de sus cadenas
para limar las de los otros antes.

Los que van por el mundo delirantes
repartiendo su amor a manos llenas,
caen, bajo el peso de sus obras buenas,
sucios, enfermos, trágicos,... ¡sobrantes!

¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!
¡nunca sigas impulsos compasivos!
¡ten los garfios del Odio siempre activos,
los ojos del juez siempre despiertos!

¡Y al echarte en la caja de los muertos,
menosprecia los llantos de los vivos!

¡Molto piu Avanti ancora!

El mundo miserable es un estrado
donde todo es estólido y fingido,
donde cada anfitrión guarda escondido
su verdadero ser, tras el tocado.

No digas tu verdad ni al mas amado,
no demuestres temor ni al mas temido,
no creas que jamas te hayan querido
por mas besos de amor que te hayan dado.

Mira como la nieve se deslíe
sin que apostrofe al sol su labio yerto,
cómo ansia las nubes el desierto
sin que a ninguno su ansiedad confíe...

¡Trema como el infierno, pero rie!
¡Vive la vida plena, pero muerto!

¡Moltíssimo piu Avanti ancora!

Si en vez de las estúpidas panteras
y los férreos estúpidos leones,
encerrasen dos flacos mocetones
en esa frágil cárcel de las fieras.

No habrían de yacer noches enteras
en el blando pajar de sus colchones,
sin esperanzas ya, sin reacciones
lo mismo que dos plácidos horteras.

Cual Napoleones pensativos, graves,
no como el tigre sanguinario y maula,
escrutarían palmo a palmo su aula,
buscando las rendijas, no las llaves...

¡Seas el que tú seas, ya lo sabes:
a escrutar las rendijas de tu jaula!


Suena el segundo movimiento del Emperador. Hace ya tiempo colgué una versión de Pollini y Abbado de 1967, aquí son Glenn Gould y Karel Ancerl en 1970. Diferente en todo, pero igual en que lo mínimo que se merece es una noche de primavera como la de hoy, un cierto volumen y una vela ardiendo - SFB, espero que te guste casi tanto como aquélla.





La foto está tomada en Delhi, hace ya más de un mes. Que tengáis un buen día y unas buenas vacaciones - los que las tengáis.

martes, 10 de marzo de 2009

Sale el sol...



... y pienso en la noche que ahora acaba; y pienso que debería ver salir el sol más a menudo; porque al respirar los primeros rayos, mi sangre aumenta de temperatura, y pierdo el miedo a morir, y a vivir ...()... este sol naciente de hoy trae a mi memoria una poesía de Sologuren.

(De mi cuaderno de bitácora)



GRAVITACIÓN DEL RETRATO – Javier Sologuren


Entre el agua y la sombra, a orillas
de una sedosa mirada nocturna
y en la mitad ardiente del abrazo
la lámpara nos une como una caricia,
como una flor espejeante a un hombro perfecto.

(No sé si he respirado los rayos de su luz
y si al mirarte una impalpable lágrima aproximo,
una abrigada pluma, una burbuja irisada,
un titubeante círculo de amor y de sueños).

Ajena al paso de mi voz, al incesante
fuego que va contra el olvido, retirada
a música inmóvil había de escucharte,

Detenido en silencio todo cuanto tocas,
rostro, vaso de fugaz derredor, madura espalda.



Suena el primer movimiento de la sonata Claro de Luna. A Kempff siempre se le ha reprochado que reinterpretara a Beethoven, yo siempre he pensado que Beethoven se le acercó una noche y le susurró en sueños cómo debían leerse sus partituras. Fijaos en su cara mientras toca, no hay un ápice de pose.



La partitura es muy sencilla, al alcance de cualquier estudiante de primer o segundo curso de piano. Pero una cosa es leer una partitura y otra cosa es interpretar este movimiento - prohibido tocar el pedal, por supuesto.

El segundo movimiento es precioso.



Y el tercero, apoteósico si se toca bien - shaken, not stirred, como los martinis de 007.




La foto está tomada a la salida del sol a bordo de una barca en el río Ganges, en Benarés (Uttar Pradesh, India), hace menos de diez días.

Mañana saldrá el sol de nuevo. Que lo veamos.

Que tengáis un buen día.

domingo, 8 de febrero de 2009

Los buenos y los malos

Hoy me recordaba El País que pronto hará 25 años del asesinato de Enrique Casas. Yo tenía 17 años, la misma edad que tenía ese día su hijo Richard, quien presenció como un cobarde cabrón le pegaba a su padre 13 tiros por la espalda en el pasillo de su casa, frente a su habitación. Lo recuerdo como si fuera ayer.

El periodista firmante del artículo, Luis R. Aizpeolea, nos recuerda hoy que ésas ("sóis unos cobardes, cabrones") fueron las última palabras de Casas, dos segundos antes de los 13 tiros que siguieron al primer tiro en la cabeza y el segundo en la yugular. Nos recuerda también que desde el PSE telefonearon al entonces obispo de San Sebastián, monseñor Setién, para pedirle la catedral del Buen Pastor para celebrar el funeral, y que monseñor se negó con el argumento de que los funerales debían celebrarse en la parroquia correspondiente "pues si hacía una excepción, se la podrían pedir también los familiares de los etarras muertos".

Hace 25 años que Enrique Casas no está entre nosotros. Siguen entre nosotros su asesino -que salió de la cárcel en 2001, tras cumplir 17 de los 50 años de prisión a los que fue condenado- y monseñor. Dos cobardes cabrones vivos, y un hombre valiente muerto. De los dos cobardes no merece la pena hablar, no sea que se les recuerde más de lo necesario: nada.

Del valiente, en cambio sí. Porque esos seres cada vez más raros no dejan de ser personas que convivían con nosotros no hace muchos años. Porque no es lo mismo ser uno "de los buenos" que ser uno "de los malos".

Los buenos. Esa raza en vías extinción a los que casi no vemos, ni oímos, ni leemos. Esos seres que creen que su deber es decir la verdad, su verdad, para que se oiga bien alta y acaso se escuche, y que están dispuestos a defender su verdad a costa de la propia vida, pero no de la ajena.

¿Dónde están? ¿dónde están sus voces? Hace tiempo que no las oigo, quizás es que no escucho.

Esta tarde venían a mi memoria unos versos que aprendí en el colegio por aquel entonces, quizás un año antes, y que habla del silencio y la desnudez del mundo cuando los buenos parecen no existir y los malos campan a sus anchas - son líneas escritas por un poeta derrotado que cruza la frontera con Francia en un frío y nevado febrero de 1939.

DESNUDA ESTÁ LA TIERRA - Antonio Machado

Desnuda está la tierra,
y el alma aúlla al horizonte pálido
como loba famélica. Qué buscas,
poeta, en el ocaso?

Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón. El viento helado,
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia!

En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean;
en los montes lejanos
hay oro y sangre.

El sol murió...
¿Qué buscas, poeta,
en el ocaso?



Tristes tiempos de borregos adocenados y miméticos. Salgamos de nuestro estante, de nuestro cajón, de nuestra celda, de nuestro estúpido estado de embriaguez autocomplaciente. Os dejo con estas maravillosas Variaciones Diabelli-





- y os deseo de corazón que tengáis una buena semana.

domingo, 7 de diciembre de 2008

El penúltimo mohicano - Alfred Brendel. Palau de la Música Catalana (27.11.2009)




He dejado pasar una semana desde el concierto para escribir esta entrada, tras ver y escuchar a Brendel por primera y última vez. Como a tantas cosas, llegué tarde a Brendel: mi familia era más de Kempff a la hora de las sonatas de Beethoven.

Sonó muy bien el Andante con Variazioni Hob XVII/6 de Haydn y brillante la sonata en fa mayor nº 15 de Mozart, a modo de aperitivo consistente, de esos que cualquier día del año sirven de comida, pero el estallido emocional no se produjo hasta la sonata nº 13 del op. 27/1 de Beethoven.

Fue en ese momento, en que los dedos del pianista se deslizaban fundamentalmente por la parte media del teclado, huyendo de graves o agudos demasiado fríos - en esa parte del teclado que resulta tan difícil de tocar porque es ahí donde en función de cómo acaricias el piano, éste responde de una manera o de otra - en el que el Palau entero se dio cuenta de que asistía a un acontecimiento único. Fue en ese momento cuando Brendel nos recordaba a todos el cada vez más abandonado arte de la mesura y la intensidad, del manejo cuidadoso y tímido del pedal, y el arte de hacer fácil lo difícil. Por ejemplo, de destacar notas en los acordes. Algunos vimos como, desde su busto gigante a más de diez metros del escenario, Beethoven desfruncía el ceño, sonreía primero y suspiraba después, creo incluso que le oí decir “por fin”.

Alfred Brendel nos enseñó a todos los que estábamos presentes allí por qué es uno de los últimos mohicanos, de esos seres de una raza en vías de extinción (¿quién queda vivo, además de Pollini y, sólo quizás, Sokolov o Argerich?) que desdeñan la floritura del virtuoso y encaran su devoción por la música como una religión, aunando humildad, sentimiento y sinceridad en la interpretación.

Luego vino la gran sonata póstuma D960 de Schubert, esa obra que nadie se atreve a interpretar (porque hace el papel de niño en el cuento del rey desnudo, retratando al pianista en toda su desnudez –algo a lo que casi nadie está dispuesto hoy, claro); esa obra que Schubert se sacó de la chistera un mes antes de morir y que es, sin duda, la más hermosa de las que dejó escritas para piano.

Y es que hay que ser Brendel para tocar así el Andante Sostenuto de la sonata:



Brendel afirma que deja los escenarios para hacer cosas que le interesan más, como la poesía o la simple lectura. Yo creo que se ha dado cuenta de que empieza a “no tocar como antes”. Y, como nadie más que él se ha dado cuenta, no quiere que pase ni un mes más, porque no quiere seguir el (mal) ejemplo de otros ilustres músicos que le precedieron y a los que no pondré nombres.

A cada aplauso correspondió con idéntico gesto adusto, humilde, con esa sonrisa de gentil buenhombre y esa mirada joven (a pesar de la enorme graduación de sus lentes), limpia y hermosa que no puedes obviar ni siquiera desde el segundo anfiteatro. Tras la gran sonata de Schubert, tres bises a cada cual mejor, cerrando con Bach en una especie de vuelta a los orígenes.

Se me saltan las lágrimas todavía hoy. Adios, maestro, adios. Ha sido un honor estar en el Palau el día de tu despedida.

sábado, 30 de agosto de 2008

Spleen

Ya estamos de vuelta. Demasiado curro en la “vuelta al cole”, pero ya es viernes por la noche y me tumbo en silencio para volver la vista atrás y ver unos días maravillosos en este mes de agosto; y deseo con toda mi alma seguir viviendo esta vida; y recuerdo unas estrofas de Omar Jayyam que dicen así:

Que a esta vida la has vivido
piensa, como lo has querido:
¿Y después?

Imagínate, confiado,
que tu hora última ha llegado:
¿Y después?

Que cien años transcurrieron
y tu plena dicha vieron,
sin pesares, sin enojos,
y al colmo de tus antojos:
¿Y después?

Pídele a tu fantasía
cien años más todavía:
Los dioses que todo pueden
cien años más te conceden...
¿Y... después?


Me sumerjo en el silencio de la noche y en los sonidos de mi melancolía escuchando a dos reencarnaciones de algún Dios menor: Pollini al piano, y Abbado a la batuta. Es 1967, yo nacía por entonces, y estos dos monstruos regalaban esta versión del segundo movimiento del Emperador a los pocos privilegiados que estaban físicamente allí. Hoy el que lo ha colgado de youtube se lo regala al mundo, y yo a vosotros.

Encended una vela y apagad las demás luces.



Dentro de los cien años de la cuarteta, esta interpretación seguirá viva, como lo están los poemas de Jayyam (o lo que nos ha llegado de ellos) mil años después de que los escribiera.

Polvo eres y en polvo te convertirás. A veces, perdura algo más que el polvo.

No aspiro a la inmortalidad. Ni a que perdure mucho de mi: quizás un (buen) recuerdo que se enciende cuando se encienda una vela.

Feliz fin de semana.

jueves, 17 de julio de 2008

(Me atrevo a) Ser feliz

Me gusta leer este poema para recordar qué no quiero ser.

El remordimiento (Jorge Luis Borges)

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.


Me gusta la forma y el fondo del poema, lo que dicen las palabras al leerlas y lo que dicen unos minutos después, cuando se asean por la cabeza.

Y me gusta el tempo lentísimo de Arrau en este segundo movimiento del Emperador. Beethoven lo anotó bastante más rápido, pero tocado así suena de maravilla, ¿verdad?



Que tengáis un buen día. Que no nos pase lo mismo que al del poema. Que nos atrevamos a ser felices, porque a menudo sólo va a depender de eso. Y que no nos falten los besos; muchos besos.

viernes, 13 de junio de 2008

Machuca (no soy mejor que nadie)



Esta película se inicia en el Chile de Allende y concluye en el de Pinochet, y su hilo conductor son dos niños, Gonzalo Infante y Pedro Machuca. Gonzalo es un “niño bien” de tez muy blanca, y Machuca es un chabolista de tez oscura; el primero vive en barrios altos, y el segundo en una favela, separados por la distancia que recorren una y otra vez a lo largo de la película en la bicicleta del primero.

Machuca y Gonzalo comparten clase porque el director de un elitista colegio religioso impulsa un sistema de becas con la idea de abrir la escuela a los menos favorecidos. A través de la mirada de ambos niños, la película pretende ser un retrato de la sociedad chilena al final del gobierno de Salvador Allende.

La película cae algo en el estereotipo, y simplifica en exceso a nivel de diálogos, pero tiene la virtud de enlazar las historias de los niños con la lucha de clases que representan, y a la vez trazar líneas paralelas entre ambos mundos de manera magistral. Y, ante todo, rebosa sinceridad y una estética visual admirable.

De la mano de Machuca, Gonzalo descubre el mundo desconocido de la solidaridad entre iguales, de la desigualdad y de la pobreza. De la mano de Gonzalo, Machuca descubre los tebeos del “Llanero Solitario”, las deportivas de marca y los guateques de los ricos.

Y ambos se asoman al sexo de la mano de la prima del segundo en una escena memorable que os cuelgo.



Y los dos niños primero, y los tres después se harán inseparables y venderán por cuenta del tío de Machuca banderas y distintivos pro-Pinochet a unos y pro-Allende a los otros, saltando de uno a otro lado del muro. Durante un instante, parece incluso que el muro se desvanece y ambos mundos pueden convivir.

Pero el golpe de Pinochet vuelve a hacer visible la muralla, y nos lleva a la escena previa al trágico desenlace final, en la que asistimos a la escena en que Machuca y su prima le cogen la bicicleta a Gonzalo, medio en serio medio en broma, y el tono de la conversación va subiendo hasta que Gonzalo cree que no se la van a devolver. Es entonces cuando sale el monstruo que lleva (que llevamos todos) dentro y cuando les grita transfigurado por la ira: ¡Ladrones! ¡Rojos! ¡Hijos de Puta!

Tremenda escena, muy parecida a la escena final de otra gran película, "La lengua de las mariposas"; se te hiela (se me heló) la sangre. Luego viene el golpe militar y la vuelta a la baja Edad Media, peor resuelta esta parte final a mi entender.

Con sus virtudes y sus defectos, me ha parecido una gran película, ya lo he dicho.

Cuando nuestro Pinochet dió su golpe de estado, mis padres no habían nacido, y cuando murió en la cama yo tenía siete años, mi único recuerdo es que tuve muchos días de vacaciones. Así que se puede decir que no sé lo que es vivir bajo la dictadura, ni en un clima de guerra civil. Ni ganas. Por otro lado, cuando vives del lado bueno del muro (como era y es mi caso), lo más normal es o que no te enteres; o que no quieras enterarte.

No somos mejores que nadie por tener ésto o aquello; o por llegar a ser fulanito o menganito. Oigo a mi alrededor: "fíjate, fulanito, dónde ha llegado". Y yo creo que eso ("llegar") no tiene (en sí) ningún mérito. Lo que importa es lo que haces y lo que te vas dejando por el camino; vamos decidiendo a cada instante en la medida en que podemos decidir, y en lo demás nos lleva el río de la vida que nos ha tocado.

Lo que tiene mérito es lo que hacen las personas a que me refiero con la etiqueta de "Mis héroes", como Ilse Weber (de la que hablamos hace unos días) -y otros de los que os hablaré. O los millones de héroes anónimos que no buscan el poseer, sino el dar. No somos mejores (en sí, intrínsecamente) que nadie. Y si lo somos, no es por lo que somos ni por lo que conseguimos o poseemos, sino por lo que damos; pero claro, el que da a menudo no se cree mejor que los demás. Y muchos de nosotros, o por lo menos yo, en alguna ocasión nos hemos creído, nos creemos, mejores que los demás. Luchamos contra ello, pero de tanto en cuanto nos sale la bestia que llevamos dentro. Por eso, para mantener a la bestia apaciguada, debemos repetirlo una y otra vez: no soy mejor que nadie, no soy mejor que nadie…

Os regalo dos joyas. Una, la Filarmónica de Berlín interpretando el Alegretto de la séptima de Beethoven:




Al frente de la orquesta, ese auténtico pedazo de historia de la música que es Claudio Abbado - a ver si puedo verle algún día en directo. Otro día hablaremos de él.

Y dos, una maravilla de poema que habla de las consecuencias de elegir.

CUANDO TÚ ME ELEGISTE - Pedro Salinas

Cuando tú me elegiste
-el amor eligió-
salí del gran anónimo
de todos, de la nada.
Hasta entonces
nunca era yo más alto
que las sierras del mundo.

Nunca bajé más hondo
de las profundidades
máximas señaladas
en las cartas marinas.
Y mi alegría estaba
triste, como lo están
esos relojes chicos,
sin brazo en que ceñirse
y sin cuerda, parados.

Pero al decirme: “tú”
a mí, sí, a mí, entre todos-,
más alto ya que estrellas
o corales estuve.
Y mi gozo
se echó a rodar, prendido
a tu ser, en tu pulso.

Posesión tú me dabas
de mí, al dárteme tú.
Viví, vivo. ¿Hasta cuándo?
Sé que te volverás
atrás. Cuando te vayas
retornaré a ese sordo
mundo, sin diferencias,
del gramo, de la gota,
en el agua, en el peso.

Uno más seré yo
al tenerte de menos.
Y perderé mi nombre,
mi edad, mis señas, todo
perdido en mí, de mí.

Vuelto al osario inmenso
de los que no se han muerto
y ya no tienen nada
que morirse en la vida.



Lo que se puede llegar a hacer con menos de treinta letras si se juntan adecuadamente, ¿verdad?

Que tengáis un buen día.