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viernes, 25 de septiembre de 2009

Sobre ríos helados y bluebirds (un viernes por la noche en estado de shock)



“Frozen river" (Río helado) es una lección de lo que antes se llamaba cine de autor: un guión casi (bien digo, casi) a la altura del que escribió Arriaga para la estratosférica "21 gramos" (donde la protagonista se comía ya literalmente a la cámara de Iñárritu), formidables interpretaciones de la pareja de actrices protagonistas, y en especial de Melissa Leo, una fotografía que hubiera firmado Néstor Almendros y unos escenarios de película: en definitiva, la antítesis de la basura a la que estoy acostumbrado - por estadística, no por gusto ni por costumbre.

Unas palabras sobre ese pedazo de actriz que se llama Melissa Leo, aquí en su papel de Madre Coraje. Sobre la fuerza expresiva de sus manos, pies y rostro -madre de Dios, qué maravilla de primeros planos de arranque - y sobre todo sobre esos ojos que concentran una capacidad interpretativa, una fuerza y una belleza fuera de lo común.




La historia no tiene nada de extraordinario: una mujer abandonada por un marido adicto, con dos hijos y un hogar que se cae a pedazos, a caballo entre el estado de Nueva York y Canadá. Y el río helado que da nombre a la película. Una mujer que decide hacer cosas, a veces siguiendo a su conciencia, a veces yendo en contra de ella.




No os cuento más, solamente os aconsejo que - si no la habéis visto - veáis esta película con carácter de urgencia, antes de que salte de la cartelera, y si puede ser en V.O. Porque merece la pena. Habla de maternidad, de cómo educar a los hijos con el ejemplo, de esperanza, de amistad, de lo diferentes que somos hombre y mujeres (en detrimento de nosotros, los primeros), de frío, de pobreza y de soledad, de racismo, y de hipocresía - todo ellos con la excusa de una trama en torno al tráfico de eso que los americanos llaman "inmigrantes ilegales" (illegal aliens) en la frontera. Habla de luces frías y de almas oscuras, de amargura, de fuerza y de audacia, y de humanidad.

Por encima de todo, habla de humanidad. De lo que está bien y de lo que no está bien. De que no es cierto que a veces no podamos hacer lo que debemos. Habla del Bluebird de Bukowski al que dediqué un post.

Bluebird - Charles Bukowski

There's a bluebird in my heart that
wants to get out
but I'm too tough for him,
I say, stay in there, I'm not going
to let anybody see
you.

There's a bluebird in my heart that
wants to get out
but I pur whiskey on him and inhale
cigarette smoke
and the whores and the bartenders
and the grocery clerks
never know that
he's
in there.

There's a bluebird in my heart that
wants to get out
but I'm too tough for him,
I say,
stay down, do you want to mess
me up?
you want to screw up the
works?
you want to blow my book sales in
Europe?

There's a bluebird in my heart that
wants to get out
but I'm too clever, I only let him out
at night sometimes
when everybody's asleep.
I say, I know that you're there,
so don't be
sad.

Then I put him back,
but he's singing a little
in there, I haven't quite let him
die
and we sleep together like
that
with our
secret pact
and it's nice enough to
make a man
weep, but I don't
weep, do
you?



Me repito, pero no me canso. Todos llevamos el bluebird a que se refiere el poema dentro, a veces le llamamos "la voz de la conciencia", otra veces "el niño que llevamos dentro".

Mi princesa de siete años lo oye, y me dice que a veces le hace caso y entonces está muy contenta, y otras no, y entonces está triste. Ella sabe, como el personaje de la película, que cuando canta el bluebird, hay que escuchar. Y casi siempre, hacer lo que nos pide. Y, hagamos lo que hagamos, pechar con las consecuencias.

Os dejo con música a la altura de la película, es el final de la obra maestra de Poulenc "Dialogue des Carmelites".





Que tengáis un buen día. Que no acallemos al bluebird. Y que le hagamos caso muy a menudo.

domingo, 26 de octubre de 2008

Mi Pueblo, Mi Casa, La Soledad (queridos primos...)




Queridos primos:

Estoy volviendo a ver las fotos que hicimos en Jaipur el pasado mes de enero, por ejemplo la que cuelgo arriba. Quizás os acordáis, era uno de los grupos de mujeres que nos miraban en el patio del Fuerte Amber mientras descendíamos del elefante primero y de la muralla más tarde. Con esas miradas que me cautivaron: miradas de mujer que se sabe poderosa, quizás por ser de mujer de rajput, que como sabéis quiere decir hijo de reyes.

Ayer veíamos una película que aprovecho para recomendaros. "Cometas en el cielo" es una película basada en la novela de de Khaled Mosseini y que relata la vuelta de un afgano a su país natal, controlado por los talibanes, en busca de un niño. Es una película que nos habla de la amistad, de la vida y de la muerte, de vejaciones, de justicia e injusticias y de las segundas oportunidades que la vida a veces tiene a bien darnos y que, si vienen, no hay que dejar pasar. Os la recomiendo, y también que los niños duerman mientras la véis - os cuelgo un trailer.



Como Hassan, yo también sueño que mis hijos crecerán para ser buenas personas, y que serán (y sabrán ser) libres. Como el padre de Amir, yo también creo que robar es el único pecado, y que los demás son simplemente variaciones de robar --cuando matas a un hombre, le robas a alguien el derecho a una vida, a sus hijos de venir al mundo, o si ya están aquí, el derecho de tener padre; cuando mientes, le robas a alguien el derecho a la verdad, etc.

Y el concepto antitético de robar es el de dar, y por eso me refiero en este blog con la etiqueta de "Mis héroes" a las personas que dan, a aquéllos que no buscan el ser ni el poseer, sino el dar. Porque si alguien es mejor que alguien no es por lo que “es” ni por lo que “tiene” o “consigue”, sino por lo que da.

Y por eso cuando te cruzas con esas gentes que roban a los demás (el tiempo, la vida, los sentimientos) tienes la sensación de vivir entre muertos; están vivos (en el sentido biológico), pero son muertos vivientes. Son del género que se suicida, unos día a día y otros de golpe. Y cuando te cruzas con gentes que dan, sientes como la vida te rodea y te penetra, porque el bien y el mal son contagiosos.

Curiosamente, paseando por la India, entre tanta miseria me sentía muy vivo. Y recuerdo como si fuera ayer que ya de vuelta a casa, íbamos paseando de la mano la noche del 6 al 7 de enero por el barrio en el que llevo toda la vida viviendo, y pensaba para (o sentía en) mis adentros que en esta ciudad falta vida, que están, estamos todos muertos. Muertos y solos, algunos en solitario y otros en pequeñas tribus de pocos individuos que comparten música, cariño y techo.

Llegaremos a Delhi a las 8:50 hora local del día 11 de diciembre. Tenemos tantas ganas de veros…

Besos enormes. Que tengáis una buena semana. Suena el Chango Spasiuk, cantando una maravilla de canción que descubrí hace unos meses gracias al blog de Gabriela y que me viene al pelo hoy: lleva por título "Mi Pueblo, Mi Casa, La Soledad".




P.S. Si nos queréis acompañar en algún momento del viaje, todavía estáis a tiempo. Ya sabéis que nos gusta pasear con vosotros por el mundo.

viernes, 13 de junio de 2008

Machuca (no soy mejor que nadie)



Esta película se inicia en el Chile de Allende y concluye en el de Pinochet, y su hilo conductor son dos niños, Gonzalo Infante y Pedro Machuca. Gonzalo es un “niño bien” de tez muy blanca, y Machuca es un chabolista de tez oscura; el primero vive en barrios altos, y el segundo en una favela, separados por la distancia que recorren una y otra vez a lo largo de la película en la bicicleta del primero.

Machuca y Gonzalo comparten clase porque el director de un elitista colegio religioso impulsa un sistema de becas con la idea de abrir la escuela a los menos favorecidos. A través de la mirada de ambos niños, la película pretende ser un retrato de la sociedad chilena al final del gobierno de Salvador Allende.

La película cae algo en el estereotipo, y simplifica en exceso a nivel de diálogos, pero tiene la virtud de enlazar las historias de los niños con la lucha de clases que representan, y a la vez trazar líneas paralelas entre ambos mundos de manera magistral. Y, ante todo, rebosa sinceridad y una estética visual admirable.

De la mano de Machuca, Gonzalo descubre el mundo desconocido de la solidaridad entre iguales, de la desigualdad y de la pobreza. De la mano de Gonzalo, Machuca descubre los tebeos del “Llanero Solitario”, las deportivas de marca y los guateques de los ricos.

Y ambos se asoman al sexo de la mano de la prima del segundo en una escena memorable que os cuelgo.



Y los dos niños primero, y los tres después se harán inseparables y venderán por cuenta del tío de Machuca banderas y distintivos pro-Pinochet a unos y pro-Allende a los otros, saltando de uno a otro lado del muro. Durante un instante, parece incluso que el muro se desvanece y ambos mundos pueden convivir.

Pero el golpe de Pinochet vuelve a hacer visible la muralla, y nos lleva a la escena previa al trágico desenlace final, en la que asistimos a la escena en que Machuca y su prima le cogen la bicicleta a Gonzalo, medio en serio medio en broma, y el tono de la conversación va subiendo hasta que Gonzalo cree que no se la van a devolver. Es entonces cuando sale el monstruo que lleva (que llevamos todos) dentro y cuando les grita transfigurado por la ira: ¡Ladrones! ¡Rojos! ¡Hijos de Puta!

Tremenda escena, muy parecida a la escena final de otra gran película, "La lengua de las mariposas"; se te hiela (se me heló) la sangre. Luego viene el golpe militar y la vuelta a la baja Edad Media, peor resuelta esta parte final a mi entender.

Con sus virtudes y sus defectos, me ha parecido una gran película, ya lo he dicho.

Cuando nuestro Pinochet dió su golpe de estado, mis padres no habían nacido, y cuando murió en la cama yo tenía siete años, mi único recuerdo es que tuve muchos días de vacaciones. Así que se puede decir que no sé lo que es vivir bajo la dictadura, ni en un clima de guerra civil. Ni ganas. Por otro lado, cuando vives del lado bueno del muro (como era y es mi caso), lo más normal es o que no te enteres; o que no quieras enterarte.

No somos mejores que nadie por tener ésto o aquello; o por llegar a ser fulanito o menganito. Oigo a mi alrededor: "fíjate, fulanito, dónde ha llegado". Y yo creo que eso ("llegar") no tiene (en sí) ningún mérito. Lo que importa es lo que haces y lo que te vas dejando por el camino; vamos decidiendo a cada instante en la medida en que podemos decidir, y en lo demás nos lleva el río de la vida que nos ha tocado.

Lo que tiene mérito es lo que hacen las personas a que me refiero con la etiqueta de "Mis héroes", como Ilse Weber (de la que hablamos hace unos días) -y otros de los que os hablaré. O los millones de héroes anónimos que no buscan el poseer, sino el dar. No somos mejores (en sí, intrínsecamente) que nadie. Y si lo somos, no es por lo que somos ni por lo que conseguimos o poseemos, sino por lo que damos; pero claro, el que da a menudo no se cree mejor que los demás. Y muchos de nosotros, o por lo menos yo, en alguna ocasión nos hemos creído, nos creemos, mejores que los demás. Luchamos contra ello, pero de tanto en cuanto nos sale la bestia que llevamos dentro. Por eso, para mantener a la bestia apaciguada, debemos repetirlo una y otra vez: no soy mejor que nadie, no soy mejor que nadie…

Os regalo dos joyas. Una, la Filarmónica de Berlín interpretando el Alegretto de la séptima de Beethoven:




Al frente de la orquesta, ese auténtico pedazo de historia de la música que es Claudio Abbado - a ver si puedo verle algún día en directo. Otro día hablaremos de él.

Y dos, una maravilla de poema que habla de las consecuencias de elegir.

CUANDO TÚ ME ELEGISTE - Pedro Salinas

Cuando tú me elegiste
-el amor eligió-
salí del gran anónimo
de todos, de la nada.
Hasta entonces
nunca era yo más alto
que las sierras del mundo.

Nunca bajé más hondo
de las profundidades
máximas señaladas
en las cartas marinas.
Y mi alegría estaba
triste, como lo están
esos relojes chicos,
sin brazo en que ceñirse
y sin cuerda, parados.

Pero al decirme: “tú”
a mí, sí, a mí, entre todos-,
más alto ya que estrellas
o corales estuve.
Y mi gozo
se echó a rodar, prendido
a tu ser, en tu pulso.

Posesión tú me dabas
de mí, al dárteme tú.
Viví, vivo. ¿Hasta cuándo?
Sé que te volverás
atrás. Cuando te vayas
retornaré a ese sordo
mundo, sin diferencias,
del gramo, de la gota,
en el agua, en el peso.

Uno más seré yo
al tenerte de menos.
Y perderé mi nombre,
mi edad, mis señas, todo
perdido en mí, de mí.

Vuelto al osario inmenso
de los que no se han muerto
y ya no tienen nada
que morirse en la vida.



Lo que se puede llegar a hacer con menos de treinta letras si se juntan adecuadamente, ¿verdad?

Que tengáis un buen día.