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lunes, 12 de octubre de 2009

Conectar, desconectar




Me doy cuenta que hace dos semanas que no cuelgo entradas. Lleva razón SanFreeBird72 cuando me dice que voy derrapando de curro, pero en realidad es síntoma de algo peor: de que no encuentro tiempo para desconectar de matrix, para quitarme las gafas mágicas que me permiten creer que lo que veo en el hormiguero es real.

Reacciones de supervivencia, como leer o escribir una poesía; o respirar en el silencio que sigue al final del microsurco por el que se ha deslizado la aguja del placer lenta y pausadamente, respirar dulce, lenta y acompasadamente hasta diluir todo vestigio de ansiedad y disolverse en el agua del silencio que te llena por dentro hasta que rebosa arrastrando los posos de la angustia que se pegan a la piel postiza.

Posiblemente no hace ni 6000 años que el ser humano escribe. Unos miles de años más tarde, los egipcios inventaron las primeras formas escritas de poesía, y algo más tarde los chinos la acercaron al concepto actual. Varios cientos de años más tarde nació Gabriel Celaya, quien nos dejó hace menos de 20 años dejando tras de sí poemas como éste.

Hasta la muerte - Gabriel Celaya

En el paisaje oscuro
oigo tu voz, tu voz,
tu larga voz de espesas
caricias resbaladas,
mojadas y olorosas.

La noche me suspende
en un vuelo pausado
e, inmóvil, pone en vilo
lo que el hombre no entiende:
tu voz, tu voz querida
hundiéndome en lo ausente.

Uno cierra los ojos
(¡me da miedo mirarte!);
uno tiende las manos
-aves heridas y leves-,
y en sus raíces siente
que tú eres y no eres.


Dentro de unos años me iré, como todos. Antes, quiero hacer varias cosas. Hoy he empezado a escribir mi primera novela.

Os dejo con el tercer corte de uno de los mejores discos de la historia.




Que tengáis un buen día.

sábado, 13 de junio de 2009

Un sábado en Londres

Pasarse el sábado encerrado en un edificio de oficinas en Londres no es algo intrínsecamente negativo. Pero se me ocurren cosas mejores que hacer en esta ciudad, así que me escapo a la National Gallery a ver de cerca los dos Vermeers que tienen colgados. De los 36 cuadros expuestos al público, ya he visto de cerca cinco, algunos de ellos muchas veces, estos dos hoy por primera vez. Voy completando la lista de cosas que hacer antes de morir.

Son dos pinturas tardías, menos impresionantes que las de su época dorada, pero merece la pena acercarse a verlas, aunque vivas en Nueva Zelanda. En el cuadro Mujer en pie tocando el Virginal, vemos cómo Vermeer lleva a cabo una transición de estilo buscando una estilización, abandonando las transiciones de color que le hicieron único y empleando la yuxtaposición de colores, por ejemplo en el marco dorado del cuadro que cuelga a la izquierda de la imagen.




En la sala contigua, podemos ver Mujer sentada tocando el Virginal. Aunque hay críticos que piensan que ambos cuadros fueron pintados en las mismas fechas, pienso que éste es bastante posterior al primero. Comparándolos, veo en el segundo el paso del tiempo que se refleja en la ostensiblemente menor creatividad de la composición; y en la luz, y en el grado de detalle.




Me dedico y os dedico una de las más hermosas poesías que conozco. Esta noche dormiré en casa, espero. Y mañana volverá a salir el sol, y el del Mediterráneo no tiene la misma luz que el de las Islas Británicas. Desde luego que no.


Más allá del olvido - Alejandra Pizarnik

alguna vez de un costado de la luna
verás caer los besos que brillan en mí
las sombras sonreirán altivas
luciendo el secreto que gime vagando
vendrán las hojas impávidas que
algún día fueron lo que mis ojos
vendrán las mustias fragancias que
innatas descendieron del alado son
vendrán las rojas alegrías que
burbujean intensas en el sol que
redondea las armonías equidistantes en
el humo danzante de la pipa de mi amor



Que tengáis un buen día.

domingo, 8 de marzo de 2009

Cosas que hacer antes de morir



La foto está tomada hace unos diez días en el Lago Pichola (Udaipur, Rajastán). Esa noche, en la terraza del hotel, decidí que éstas eran las cinco cosas que quería hacer antes de morir. Por si acaso, ya he empezado.

Con los dedos de una mano, y sin que el orden sea relevante:

1. Cuidar a un nieto.
2. Dar dos vueltas al mundo.
3. Escribir una buena poesía.
4. Ver de cerca todos los cuadros de Vermeer.
5. Durante algún tiempo, despertarme cn la única agenda de decidir lo que voy a leer, a escribir o a escuchar durante el día.


Tras ello, a la hora de irme, posiblemente suene en mi cabeza el violín de David Oistrach - quizás tocando este Claro de Luna y, conociéndome, es seguro que lloraré de felicidad.




Os dejo con un maravilloso poema de Gamoneda que se leía en El País de ayer.

AÚN - Antonio Gamoneda

Amé. Es incomprensible como el temor de los árboles.
Ahora estoy extraviado en la luz pero yo sé que amé.
Yo vivía en un ser y su sangre se deslizaba por mis venas y
la música me envolvía y yo mismo era música.
Ahora,
¿quién es ciego en mis ojos?

Unas manos pasaban sobre mi rostro y envejecían dulcemente. ¿Qué
fue existir entre cuerdas y olvidos?
¿Quién fui en los brazos de mi madre, quién fui en mi propio corazón?

Es extraño: solamente he aprendido a desconocer y olvidar. Es extraño:
Todavía el amor
habita en el olvido.



Que tengáis un buen día.