Bienvenidos. Este blog está abierto a todos aquellos que pasean por esta vida sin empujar y cediendo el paso cuando toca, que es casi siempre. Aquí encontraréis poesía y música, porque sin poesía y sin música, la vida sería un error. También encontraréis puntos de vista sobre otras cosas que me interesan.
La foto está tomada hace unos diez días en el Lago Pichola (Udaipur, Rajastán). Esa noche, en la terraza del hotel, decidí que éstas eran las cinco cosas que quería hacer antes de morir. Por si acaso, ya he empezado.
Con los dedos de una mano, y sin que el orden sea relevante:
1. Cuidar a un nieto. 2. Dar dos vueltas al mundo. 3. Escribir una buena poesía. 4. Ver de cerca todos los cuadros de Vermeer. 5. Durante algún tiempo, despertarme cn la única agenda de decidir lo que voy a leer, a escribir o a escuchar durante el día.
Tras ello, a la hora de irme, posiblemente suene en mi cabeza el violín de David Oistrach - quizás tocando este Claro de Luna y, conociéndome, es seguro que lloraré de felicidad.
Os dejo con un maravilloso poema de Gamoneda que se leía en El País de ayer.
AÚN - Antonio Gamoneda
Amé. Es incomprensible como el temor de los árboles. Ahora estoy extraviado en la luz pero yo sé que amé. Yo vivía en un ser y su sangre se deslizaba por mis venas y la música me envolvía y yo mismo era música. Ahora, ¿quién es ciego en mis ojos?
Unas manos pasaban sobre mi rostro y envejecían dulcemente. ¿Qué fue existir entre cuerdas y olvidos? ¿Quién fui en los brazos de mi madre, quién fui en mi propio corazón?
Es extraño: solamente he aprendido a desconocer y olvidar. Es extraño: Todavía el amor habita en el olvido.
Hoy, una de las mejores colaboradoras (tanto a nivel profesional como a nivel personal) que he tenido nunca me ha contado que se va a aplicar en propia carne lo de 'año nuevo, vida nueva': deja el despacho y se va a Nueva Delhi a trabajar con los hambrientos y los sin techo. Le he dicho lo que pienso, y es que me alegro mucho por ella. Hubo un tiempo en que pensé en hacer lo propio; razones diversas –fundamentalmente mi propia cobardía- hicieron que no diera el paso. Ella lo da, y yo me alegro por ella y también por la gente que la conocerá allí.
Me gusta un relato de Tagore que lleva por título “El templo”, dice así:
"Señor", dijo el cortesano a su rey-, "Norottam, el santo, jamás se ha dignado entrar en el recinto de tu glorioso templo." "Canta las alabanzas de Dios bajo los brazos abiertos de los árboles a la orilla del camino principal. Y el templo permanece vacío." "En torno a él se agitan hombres, mujeres y niños, como las abejas que desdeñan el cuenco de oro lleno de miel y vuelan alrededor del loto blanco."
El rey, herido en el centro de su corazón, se fue adonde estaba Norottam sentado sobre la hierba. Y le preguntó: "Padre, ¿por qué abandonas mi templo, el de la cúpula de oro, y te sientas fuera, en el polvo, para predicar el amor de Dios? -"Porque Dios no está en tu templo" -dijo Norottam.
El rey, frunciendo el ceño, respondió: -¿Sabes que muchos millones de oro fueron gastados por mi magnificencia para levantar esta bordada maravilla del arte que fue consagrada a Dios con suntuosas e inolvidables ceremonias?"
-"Lo recuerdo -contestó Norattam-; fue precisamente en el año en que millares de personas, con sus casas y sus campos incendiados, en vano clamaban socorro a tu puerta." Y Dios pensó: "Esta vil criatura que no puede brindar socorro a sus hermanos, me construye una morada! Y se fue con los hambrientos y los sin techo bajo los brazos abiertos de los árboles, a la orilla de los caminos. "Y esa dorada pompa de jabón está vacía. Sólo habita allí el orgullo humeante del incienso.
El rey gritó encolerizado: -"Sal de mi país."
Tranquilamente el santo replicó: -"Bien, destiérrame de donde ya has desterrado a tu Dios."
Y partió por el ancho camino polvoriento entre los pobres que le tendían sus brazos.
Dejar las tierras que han desterrado al Dios de Tagore. A veces pienso que es lo que deberíamos hacer todos, al menos durante un tiempo, en vez de empeñarnos en sobrevivir entre zombis, fantasmas y otras modalidades de seres egoístas que nos rodean y que han olvidado lo que significa la palabra “dar” de tanto acumular cosas y educar a nuestros hijos para sobrevivir a tan espantosa jungla.
Hoy no hablo de las “pequeñas cosas” de las que hablaba en el último post, sino simplemente de "cosas" que se pueden comprar y vender con sólo tener dinero, cosas de usar, cosas de regalar y cosas de tirar, cosas que nos dicen valen más que las personas porque convierten en "alguien" a las personas en esta especie de segundo ocaso del imperio romano que vivimos, rodeado de fanáticos del becerro de oro gobernados por hombres del Cadillac que juegan con nuestras vidas con el único fin de engordar al becerro --Menos mal que no lo consiguen, aunque a menudo están demasiado cerca de ello.
Ya más reposado, sé (porque me lo dicen la razón y el sentimiento, extrañamente aunados) que no es el momento, me refiero a mi momento de hacer algo similar. A lo mejor lo es mañana, a lo mejor no lo es nunca. Inshalah.
En la grabación, el gran David Oistrach interpreta al violín el “Claro de Luna” de Claude Debussy.
Ya tenemos los visados. Aterrizaremos en el aeropuerto internacional Indira Gandhi a estas horas dentro de un mes. Si todo viaje es una pequeña vida dentro de la vida, con su propio nacimiento, su propia vida y su fin, este viaje hace ya muchos meses que está en estado de gestación. Y me pasa lo que a las embarazadas en el octavo mes; que me cuesta esperar. La foto está tomada en Jaipur, hace ya 10 meses.
Que te vaya muy bien, Laia; y que tengamos noticias de ti.