Bienvenidos. Este blog está abierto a todos aquellos que pasean por esta vida sin empujar y cediendo el paso cuando toca, que es casi siempre. Aquí encontraréis poesía y música, porque sin poesía y sin música, la vida sería un error. También encontraréis puntos de vista sobre otras cosas que me interesan.
El sábado por la noche estuvimos en el Museo Picasso de Barcelona. Mirando el cuadro de arriba (Terrats de Barcelona, 1903), entendí porqué en inglés el azul (blue) es sinónimo de algo parecido a la tristeza, y también entendí la definición que de Picasso hacía por esos años su amigo Sabartés (decía:«Cree que el Arte es hijo de la Tristeza y del Dolor»). También entendí porqué Kielowski llamó a la primera película de su trilogía así - la explicación de los tres colores de la bandera francesa no acababa de cuadrarme.
Estoy azul. Será porque ayer a las 19.00 horas no había más de 10 personas en Sant Jaume, y la noche del sábado eran miles. Lecciones: 1) Se confirma que soy un puto a-normal. 2) Panem et circenses, que por algo se declina en acusativo.
Mi hermana favorita me recordaba ayer otro poema de Benedetti - gran frase la de hacer y deshacer el amor, y sobre todo gran final. Aunque no sé si es un cuento o un poema.
SÍNDROME - Mario Benedetti
Todavía tengo casi todos mis dientes casi todos mis cabellos y poquísimas canas puedo hacer y deshacer el amor trepar una escalera de dos en dos y correr cuarenta metros detrás del ómnibus o sea que no debería sentirme viejo pero el grave problema es que antes no me fijaba en estos detalles.
Suena de fondo, estratosférica y muy muy azul, Billie Holiday.
Domingo, ha sido un buen día. Pocas cosas suenan tan maravillosamente bien como Billie Holiday cuando canta "Gloomy Sunday" (domingo sombrío). Salvo, supongo, si eres Billie Holiday.
Esa mujer a la que Lester Young puso el apodo de "Lady Day". Esa mujer que cantó como una Diosa, y acaso lo intuyó; con esa voz suya, limitada, octava y media acaso, pero emotiva y desgarradora. Esa mentirosa crónica como todos los alcohólicos, y a la que gustaba decir: "Yo he vivido canciones como esa". Esa mujer que fue abandonada por su padre antes del año, violada antes de los once, consumidora habitual de marihuana antes de los trece, prostituta antes de los quince, bisexual, adicta a la heroina desde los veintipocos, encarcelada varias veces y muerta de cirrosis hepática. Esa mujer que, con el cuerpo asaetado por los picos y setenta centavos de dólar en el banco, a los 44 años de edad se fue al cielo.
Hoy decía en voz alta que no me cambio por nadie. Es difícil encontrar un nexo causal entre felicidad y casi cualquier cosa, casi igual de difícil que encontrar una explicación al mal. A que la vida sea tan fácil para algunos, y tan difícil para otros. Salvo la predeterminación o la vida anterior a ésta, pero no son cosas en la que crea.
Es menos difícil dar y encontrar pistas. La búsqueda de libertad, por ejemplo. Por eso un adicto no puede ser feliz mientras siga enganchado, aunque lo intente aparentar. Por eso Billie Holiday cantaba así.
Antes de que acabe la semana, querría regalaros esta preciosidad de poema de Salinas - me gusta en especial el último verso cuando dice lo de "me vive otro ser de la no muerte".
QUÉ ALEGRÍA VIVIR (Pedro Salinas)
Qué alegría vivir sintiéndote vivido. Rendirse a la gran certidumbre, oscuramente, de que otro ser, fuera de mí, muy lejos me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías, azogues, almas cortas, aseguran que estoy aquí, yo, inmóvil, con los ojos cerrados y los labios, negándome al amor de la luz, de la flor y de los nombres, la verdad transmisible es que camino sin mis pasos, con otros allá lejos, y allí estoy besando flores, luces, habo.
Que hay otro ser, por el que miro el mundo, porque me está queriendo con sus ojos. Que hay otra voz con la que digo cosas no sospechadas por mi gran silencio; y sé que también me quiere con su voz.
La vida - ¡qué transporte ya! -, ignorancia de lo que son mis actos, que ella hace, en que ella vive, doble, suya y mía. Y cuando ella me hable de un cielo oscuro, de un paisaje blanco, recordaré estrellas que no vi, que ella miraba, y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse de haber tocado lo que no toqué sino con esas manos que no alcanzo a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo descansar, quieto, muerto ya. Morirse en la alta confianza de que este vivir mío no era solo mi vivir: era el nuestro. Y que me vive otro ser de la no muerte.