miércoles, 26 de agosto de 2009

Citius, altius, fortius



Sigo madrugando, y pienso en mis niños Juan y Pepe, o Pepe y Juan - debe ser la edad. Pero es que tampoco entendía Juan que el profesor convirtiera sus clases en una carrera de velocidad en la que solamente se premiaba al primer alumno que daba con la respuesta correcta.

Desde su perspectiva - más baja que la del profesor, porque el suelo donde se apoyaban los pupitres estaba unos centímetros más bajo que la tarima donde se apoyaba la mesa del profesor, por otra parte mucho más alta que éstos - asumiendo lo inasumible, esto es que solamente una de las posibles respuestas era la correcta, tal ejercicio equivalía a rebajar el logro de dar con las respuestas correctas a la categoría de chuchería: eso que llama la canción The winner takes it all.

Y así, mientras Juan pensaba (asumiendo que solo haya una respuesta correcta, ¿qué importa si tardo más o menos que Pepe en descubrirla?), Pepe se había adelantado a los demás alumnos del aula y a la pregunta de cuántos son uno más dos había respondido - de nuevo antes que nadie - que eran "tres", a lo que el profesor respondía en voz alta - para que le oyeran todos los niños, y Juan mejor que nadie - que, en efecto, "tres" era la respuesta correcta y que de nuevo Pepe había sido el más rápido en acertarla, por lo que le felicitaba.

Un día, Pepe dejó de ser el más rápido y desde entonces es un pobre infeliz porque intenta concencer a propios y extraños, novias y amantes, jefes y subordinados (y sobre todo a sí mismo) de que es de ese tipo de personas capaces de encontrar siempre las respuestas correctas antes que nadie (o casi). Juan sigue pensando que lo del citius, altius, fortius no va con él. Tiene más de un Dios, cree en los matices, en Bach y en Mozart, y hace años que convirtió en certeza su inicial sospecha de que sin poesía y sin música, la vida sería un error.

Le apasiona, por ejemplo, el dúo final de la ópera de Monteverdi L’incoronazione di Poppea.




Y, también por ejemplo, esta maravillosa poesía sin puntuaciones - porque, además de la belleza de los versos, Juan no puede evitar pensar en esto de la métrica tampoco hay una única respuesta correcta.

Más allá del olvido - Alejandra Pizarnik

alguna vez de un costado de la luna
verás caer los besos que brillan en mí
las sombras sonreirán altivas
luciendo el secreto que gime vagando
vendrán las hojas impávidas que
algún día fueron lo que mis ojos
vendrán las mustias fragancias que
innatas descendieron del alado son
vendrán las rojas alegrías que
burbujean intensas en el sol que
redondea las armonías equidistantes en
el humo danzante de la pipa de mi amor


Hoy a Juan le pasa lo que a mi, que cada día le gusta más Cortázar y menos Vargas Llosa; que hace tiempo que dejo de pensar en las respuestas correctas y concentra su pensamiento en las preguntas correctas; que le importa (aproximadamente) un huevo (tamaño normal, como los suyos, es decir la mitad de los de Pepe) lo que los demás piensen de él; que ya no tiene certezas más allá de su reducidísimo círculo de seres queridos; que cada vez corre menos; que cuando corre es (casi) siempre por decisión propia; y que la única razón por la que corre es porque así beneficia a sus seres queridos, o a alguno de ellos. Y por ellos, o por protegerlos, daría su vida sin dudarlo un instante. Y por nadie más, porque no hay nadie ni nada por encima de ellos.

Por eso sigo subiendo por la descendente escalera mecánica. Hasta que me canse, y monte una ferretería en un sitio que yo me sé, o en cualquier otro en el que me encuentre bien.

Como dijo Homer Simpson, hay tres tipos de personas: los que saben sumar y los que no. Os deseo que tengáis un buen día.

lunes, 24 de agosto de 2009

De vuelta

La vuelta al mundo de los muertos vivientes puede ser mortal de necesidad si no se toman algunas precauciones elementales, como acompañarla de buena poesía.

Vivir en tu voz – Paloma Palao

Vivir en tu voz,
doblarme
bajo tu párpado, sería necesario
para compensar
el beso
de nieve, la luciérnaga
de esta resurrección imposible. Pero nada
tan hueco como el agua,
donde el pozo
no es medida, sino acumulación
culpable del vacío, inexistencia
proclamada,
fondo desposeído por su transparencia,
recompensa de mirar
hacia la oscuridad
y hacia dentro.


Echo la vista atrás y estoy contento de lo que he hecho en estas tres últimas semanas. Me he reconstruido a partir de mis seres queridos, y les he dado cuanto tengo y cuanto soy (o casi).



He visto salir casi a diario el sol, y la luna; he escuchado muchas veces al día a los árboles, al aire, a la lluvia, a las estrellas y a los seres que viven en la mar a la que me acercan los años.

He soñado muchas veces que soñaba, y por encima de todo he recordado quién soy – y constatado lo afortunado que soy.

Apago la vela y me encuno. Que tengáis un gran día mañana. La foto está tomada mientras paseaba por Fornells (Menorca) el pasado jueves, pocos minutos después de la salida del sol.