miércoles, 4 de febrero de 2009

Certezas de la espera

Martes, pasa suave la semana. Suena Satie, y suena muy bien.



Ayer por la noche escuchaba una voz querida decirle a alguien que no se merecía su amor. Es complicado ponerse en la mente de alguien, y exponencialmente complicado hacerlo cuanto más lo quieres y lo conoces. Intuyo que la respuesta tiene que ver con lo que quieres hacer con esa tu vida, la única que tenemos (que sepamos), la vida que nos mata sin que nos demos cuenta, suave muy suave y despacio, muy despacio.

Intuyo que tiene que ver con la búsqueda de libertad, que se convierte casi en ansia a fuerza de separar una y otra vez los barrotes con las manos y pasar a través de ellos, una y otra vez, una y otra vez, sin que te importe cuántos más te esperan. Con separar con las manos cuanto nos distrae la atención de las pocas cosas que nos importan, y con dar y hacer sin esperar nada a cambio, huyendo de la idea de la contraprestación. Con seguir el vuelo de los pájaros que nadie puede ver, con dibujar flores con el sétimo dedo en la frente del ser querido que imaginamos delante, y con no dejar de soñar cuando nos levantamos de la cama. Con la espera y con sus certezas. Y con las mariposas que revolotean por nuestras tripas, y las que se mueven algo más abajo.

Con todo y de todo eso va la respuesta, que en realidad es una pregunta – o quizás un interrogante. O tal vez es una certeza, de esas que no nos atrevemos a imaginar, algo parecido a la certeza de la espera a que se refiere el poema que hoy dedico a esa voz querida.

A VECES – Carlos Barral

A veces cuando era
temprano todavía para verte
o cuando la ventana
se abría a la distancia y al sonido
de tanto hierro puesto y tanta arena
que cruje a tierra extraña en los caminos
remoto a la esperanza
me volvía a aquel sitio en que dejamos
las soledades juntas y las voces.

Te hallaba limitada
de corazón disperso y de alegría
por todos los costados y flotando
en la noche segura y abundante
que nunca se consuma.

Sin embargo a lo lejos
tan pronto me acogías con los nombres
de las cosas comunes, en sigilo
sentía que tu isla no estaba ya a mi alcance.

Entonces por entero
reincorporado al límite del cuerpo
volvía a la certeza de la espera.


Que tengáis un buen día.

2 comentarios:

Ginebra dijo...

La poesía es maravillosa, me ha llegado al alma, la verdad. Lo que dices también. Siempre hay respuestas, aunque a veces no queremos verlas o no nos damos cuenta. Besos y buen finde

Unknown dijo...

que bello poema y que bellas tus palabras. Feliz travesía navegante...