sábado, 20 de febrero de 2010

La muerte no existe




Aquí estoy otra vez, ante el cuadro más bello del mundo. Como siempre, sin palabras y con un nudo en la garganta.

Ha salido el sol y las luces amarillas se filtran por la ventana del Mauritshaus: la Mujer de la Perla se ilumina, gira la cabeza y me mira – y no puedo contener las lágrimas. Me acuerdo de los versos queridos (alguna vez de un costado de la luna / verás caer los besos que brillan en mí / las sombras sonreirán altivas / luciendo el secreto que gime vagando / vendrán las hojas impávidas que / algún día fueron lo que mis ojos / vendrán las mustias fragancias que / innatas descendieron del alado son / vendrán las rojas alegrías que / burbujean intensas en el sol que / redondea las armonías equidistantes en / el humo danzante de la pipa de mi amor), y mientras lloro en silencio, Montserrat Caballé porta una rama del muérdago sagrado en su mano izquierda mientras dirige su plegaria a la Luna: Casta Diva.





Después, la escena queda vacía y - un instante antes de volver al mundo- me doy cuenta de que Vicente Ferrer tenía razón cuando decía que la muerte no existe.

Que tengáis un buen día. Mañana dormiré en casa, y volveré a respirar el sol del Mediterráneo -- tan diferente al de aquí.

3 comentarios:

Ginebra dijo...

Ni siquiera sabía que no estabas en casa. ¿aún en Inglaterra?. Pues no te hagas ilusiones porque sol, lo que se dice sol, hay poco. A mí me ha pillado una tormenta descomunal a unos tres Km de casa. He sentido pánico. Corría como cada mañana que puedo hacerlo y de repente todo era lluvia que golpeaba mi cuerpo, mis pies mojados y un viento que casi me arrastraba. A duras penas he podido llegar a casa hecha una sopa, como una lavadora que no ha centrifugado, nunca había sentido miedo como hoy, la verdad.
Casta Diva es una ópera fabulosa, está entre mis preferidas.
Te deseo buen viaje y todo el sol que puedas pillar para tí.
Gracias por tus versos, son reconfortantes.
Besos

Ginebra dijo...

Sé que ya no paras por aquí, una lástima pues echo de menos tu poesía.
Ayer conocí personalmente a Luís García Montero, un deleite, la verdad.
Leyó una poesía suya que no conocía: "el salvavidas en el asiento trasero", creo que ése era el título, fantástica...
Bueno, te envío besos

gloria vallés dijo...

Hola;
No sé quien eres, he caído en tu blog por casualidad, por esas maravillosas casualidades que te alegran el día. Me he emocionado, me he reconocido... así que voy a seguir dándome una vuelta por él.
Un placer y espero que desde donde estés, sigas contándonos cosas.
Un saludo amable.
Gloria