viernes, 24 de octubre de 2008

El hombre del Cadillac (II)




A propósito de lo que eufemísticamente se sigue llamando "planes de rescate" para la banca, os ofrezco una continuación plausible a la historia del jefe que os posteaba el otro día. Nos habíamos quedado en que los habitantes de Rubbishtown habían juntado la totalidad de sus ahorros y comprado los miles de ratas enjauladas que ellos mismos habían cazado, sin haber vuelto a ver ni al hombre del Cadillac ni a su secretario.

Pero hete aquí que cada ciudad grande (Rubishtown no dejaba de ser una aldea) tenía al menos un hombre del Cadillac, y muchas ciudades grandes tenían más de diez, y más de veinte hombres del Cadillac, que se dividían la ciudad en (sólo) aparente competencia, y sin que los habitantes de Rubbishtown lo supieran, el hombre del Cadillac de Rubishtown había pedido prestado a otros hombres del Cadillac el dinero para poder pagar las primeras remesas de ratas. Luego sabrían que todos los hombres del Cadillac hacían lo mismo, y que en realidad casi ninguno de ellos (a diferencia de los hombres del Cadillac que habían empezado el negocio, siglos antes) tenía dinero (propio), por lo que todos pagaban sus deudas y remuneraban las ratas que compraban con dinero prestado a cambio del que daban como garantía unos títulos de propiedad sobre las ratas que todavía no tenían, porque todavía no las habían comprado: eran los “tituliratas”.

Y como nadie puede contar las ratas que hay en las alcantarillas de una ciudad, ni las ciudades que hay en el mundo, y todavía menos saber qué cifra resulta de multiplicar ambas magnitudes (¿cuánto es un trillón?), pensó uno, nadie se dará cuenta si añado un cero al número real de ratas que tengo. Cuando el hombre del Cadillac de la ciudad de al lado se dio cuenta que en realidad las tituliratas que había comprado no valían mas que una décima parte de lo que creía (él ya sabía que detrás de un titulirata no había ratas, sino simples expectativas de compra de ratas, pero no conocía el truco de la multiplicación de las tituliratas), pensó que tenía solamente dos opciones. O denunciaba al hombre del Cadillac que le había enchufado el titulirata “inflado por diez”, o intentaba colocárselo a otro hombre del Cadillac –y eso es lo que hizo, porque los hombres del Cadillac alardean de ser los más listos del mundo.

Al cabo de un tiempo, uno de los hombres del Cadillac, agobiado por unas deudas de juego, decidió añadir otro cero al titulirata, y el ejemplo cundió; porque lo que los hombres del Cadillac llaman “buena vida” - que consiste en vivir como Dios sin inmutarse mientras miles de millones de personas comen ratas - valía mucho dinero, y además estaba esa ludopatía que parecía genética en los hombres del Cadillac y que se explicaba fácilmente pues fácil es jugarse el dinero ajeno sin riesgo para el propio.

Es decir, que el panorama era más sombrío de lo que creían los hombres de Rubbishtown, porque no sólo no tenía dinero para comer, con lo que tenían que comer ratas, sino que en realidad había muchísimas menos ratas de las que creían y de las que constaban en los libros de contabilidad de los hombres del Cadillac; de hecho, no había ratas suficientes para que todos los hombres pudieran comer.

Y ante el descubrimiento, cundió el pánico en las alturas, y los hombres del Cadillac fueron a ver a los Dioses que regían los destinos de los hombres de Rubbishtown y otras aldeas, pueblos y ciudades similares, y les contaron la verdad.

Los Dioses comprendieron que había que hacer algo. Así que decidieron expropiar de todos sus bienes a aquellos hombres de Rubbishtown y Rubbishtown y otras aldeas, pueblos y ciudades similares que habían conseguido salvar algo de dinero. Y les expropiaron los dineros presentes pero también los futuros, los de sus hijos, y a cambio les dieron unos papelitos que llamaron Megatituliratas del Estado, y utilizaron los bienes expropiados –y los derechos sobre los bienes futuros de los ciudadanos- para garantizarlos. Y con el dinero expropiado (que no era mucho) y el que consiguieron que unos jeques ingenuos les pagaran (muchos miles de millones de monedas a cambio de muchos miles más de millones de Megatituliratas del Estado que consiguieron fabricar con una fotocopiadora gigante que tenían para estos casos), les compraron a los hombres del Cadillac todos los tituliratas. O eso creían.

Y les dijeron a los hombres, a los que comían ratas y a los que todavía no, a los expropiados y a los jeques, que lo que hacían era bueno, porque si quebraban los hombres del Cadillac vendría el Apocalipsis o algo peor y se acabaría el mundo.

Y los expropiados, y los jeques, que no querían que se acabara el mundo, se lo creyeron. Y consintieron que los Dioses pasaran de ser cómplices de los hombres del Cadillac a ser superhombres del Cadillac.

Y en esas estamos estas semanas, y por eso es escogido colgaros el final de la 2ª Sinfonía de Gustav Mahler (denominada "Auferstehung" o "Resurrección"), en una impresionante interpretación dirigida por Leonard Bernstein (viéndole, uno tiene miedo de que haya decidido sentir la obra hasta el extremo de morir en el escenario) y grabada en 1973 en la Catedral de Ely.




¿Por qué lo toleramos? ¿Por qué no quemamos en la hoguera a todos los hombres del Cadillac y cantamos como en el video?

-Coro: "Mit Flügeln, die ich mir errungen, / in heißem Liebesstreben, / werd' ich entschweben / zum Licht, zu dem kein Aug' gedrungen! / Sterben werd' ich, um zu leben!" [Con alas que he conquistado, / en ardiente afán de amor, / ¡volaré / hacia la luz que ningún ojo ha visto! / ¡Moriré para vivir!]
-Coro, soprano, Mezzo-soprano: "Auferstehn, ja auferstehn wirst du, / mein Herz, in einem Nu! / Was du geschlagen, / zu Gott wird es dich tragen!" [¡Resucitarás, sí, resucitarás, / corazón mío, en un instante! / Lo que ha latido, / ¡a Dios te llevará!]


Del DRAE:

Catarsis. 3. f. Purificación, liberación o transformación interior suscitados por una experiencia vital profunda.

Resucitar. 2. tr. coloq. Restablecer, renovar, dar nuevo ser a algo.

Me despido con un poema corto del poeta favorito de mi hermana favorita.

PAPEL MOJADO - Mario Benedetti

Con ríos
con sangre
con lluvia
o rocío
con semen
con vino
con nieve
con llanto
los poemas
suelen
ser
papel mojado



Que tengáis un buen fin de semana.

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