sábado, 4 de octubre de 2008

El hombre del Cadillac

A propósito de lo que eufemísticamente se está llamando "planes de rescate" para la banca, otra historia del jefe, muchas gracias -y de nuevo con tu permiso:

"Cierto día llegó al mísero pueblo de Rubishtown, situado en una zona boscosa de Minessota, un hombre al volante de un Cadillac. Se instaló en el mísero motel del pueblo y anunció que pagaría 5 dólares por cada rata del bosque que le trajeran viva.

Los de Rubbishtown que eran muy pobres, salieron todos a cazarlas. Y el hombre del Cadillac pagó religiosamente 5 dólares por cada uno de los miles de roedores que le llevaron.

A las pocas semanas, quedaron muy pocas ratas en el bosque y resultaba muy difícil atraparlas, por los que los habitantes del pueblo perdieron el interés por su captura. Entonces el hombre del Cadillac ofreció 15 dólares por cada nueva rata y todo el pueblo salió nuevamente corriendo al bosque.

Cuando quedaban poquísimas, subió la oferta a 20 dólares por rata. Los montañeses volvieron al bosque y apenas lograron traerle unas pocas.

Entonces el hombre del Cadillac ofreció 100 dólares por ejemplar. Y explicó que por un tiempo debía ocuparse de sus negocios en Nueva York, dejando a su secretario para la compra de las nuevas ratas. Al día siguiente el secretario se dirigió a los montañeses y les dijo:

- Estas jaulas están llenas de ratas que mi jefe compró para su colección particular. Os propongo, como inversión, que me las compréis a 50 dólares la unidad, y cuando regrese mi jefe de Nueva York se las revendéis a 100 dólares cada una, que es la última oferta que ha hecho. Así doblaréis vuestro dinero en muy poco tiempo.

Los habitantes de Rubbishtown juntaron la totalidad de sus ahorros y compraron los miles de ratas enjauladas que ellos mismos habían cazado. Desde entonces no volvieron a ver ni al hombre del Cadillac ni a su secretario. Solo vieron las jaulas con miles de ratas que adquirieron con los ahorros de toda la vida y el dinero obtenido de la caza de ratas."


Y así fue como los habitantes de Tubbishtown ni fueron felices ni comieron perdices. Comieron ratas a miles hasta el final de sus días, porque no tenían dinero para comprar nada; que es lo que vamos a tener que hacer todos nosotros a cuenta de lo que se nos viene encima.

En honor de los cuarenta ladrones y el Alí Babá de los bancos centrales, hombres del Cadillac, banqueros de inversión, supervisores bursátiles, secretarios de estado y ministros, tontos especuladores de ratas, directores de sucursal, productores de dinero negro y otros cooperadores necesarios en las subprimes de los cojones y lo que nos está viniendo encima (y lo que nos falta), suena el Dies Irae del Requiem de Mozart -- Dies iræ, dies illa, Solvet sæclum in favilla..., como dice el apocalipsis, el que tenga entendimiento que cuente el número de la bestia, porque es número de hombres.




La primera vez que entré en el palacio de Versalles, entendí la Revolución Francesa. Ahora entiendo la rusa.

Pues eso, que tengáis un buen fin de semana.

2 comentarios:

TONI dijo...

Excelente manera de sintetizar cómo hemos llegado a la situación actual y, tal como apuntas, lo que aún está por venir...

Hasta hoy me quedaba con la irónica visión de Uderzo y Goscinny en Obelix & Cia pero este breve relato lo supera de largo.

Un saludo

Ginebra dijo...

Tus cuentos deljefe son muy instructivos y están llenos de acidez. Bravo!!!! Un beso. No me extraña que entendieses en Versalles la Revolución Francesa, cuanto lujo para unos cuantos elegidos!!!!ª que miseria para el resto!!!!