Cierro los postigos del día y giro la llave de la noche, se acerca la hora mágica, esa hora a la que el mundo oficial se desvanece; la hora de los niños y de los locos, o sea mi hora por partida doble; la hora a la que a las verdades les pasa lo que a las estrellas al caer el sol - porque están ahí siempre, otra cosa es que podamos o queramos verlas.
Me gusta lo que dice este poema, y también la manera que tiene el poeta de decirlo.
POÉTICA - Heberto Padilla
Di la verdad.
Di, al menos, tu verdad.
Y después
deja que cualquier cosa ocurra:
que te rompan la página querida,
que te tumben a pedradas la puerta,
que la gente
se amontone delante de tu cuerpo
como si fueras
un prodigio o un muerto.
Me gusta pensar que todavía soy capaz de sentir y vivir la vida como un niño. Me gusta pensar que un día viviré cerca del mar. Me gusta escuchar el aria "A tanto duol", de la ópera Bianca e Fernando de Bellini - creo que la primera vez que la escuché estaba en casa de Mons en Bruselas, y sonaba la BSO de la película El Maestro de Música.
Que tengáis un buen día.
martes, 9 de junio de 2009
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1 comentario:
Paseante, a estas horas los niños duermen (no seré yo quien me queje por ello, no). Los locos, no sé. Los adultos (mal que les pese) con alma de niño y no aborregados (que no locos) está visto que no. Te gustaría pensar... pues ten la certeza. A mí por lo menos, no me cabe la menor duda. Y aunque no siempre sea fácil y duelan a menudo caídas, rasguños, encontronazos, desacuerdos y desilusiones, que siga siendo así. Afortunada enfermedad, la tuya.
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