Chopin compuso su segundo concierto para piano y orquesta en fa menor (que fue en realidad el primero que compuso) entre 1829 y 1830, así que tenía solamente veinte años cuando lo acabó. De este concierto me gusta la forma que tiene el piano de sobrevolar, "aleteando" y haciendo de eje en torno al que gira la orquesta.
Este aleteo se acentúa en el segundo movimiento, cuya parte central es dramática y a la vez misteriosa: los trémolos de los violines se alternan con (y alteran) los pizzicati de los instrumentos graves del cuarteto; y sobre todas la cuerdas aletea el recitado del piano, a modo de voz.
De todas la versiones que circulan, destaca ésta en la que un Rubinstein muy lejos de sus años jóvenes y virtuosos nos enseña lo que significa interpretar: ese proceso lento de interiorizar la partitura, sentir como la música te inunda y te llega muy dentro, y ese abandonarse y dejar que el corazón y las entrañas guíen los dedos por las teclas y la música sale de tí. Fijaos en su expresión: no es que se haya metido en la música, es que la música se ha metido en él y fluye y es parte de él.
Os dejo con un poema que a primera vista es todo lo contrario al segundo movimiento del concierto anterior.
Desde que el alba quiso ser alba (Miguel Hernández)
Desde que el alba quiso ser alba, toda eres
madre. Quiso la luna profundamente llena.
En tu dolor lunar he visto dos mujeres,
y un removido abismo bajo una luz serena.
¡Qué olor a madreselva desgarrada y hendida!
¡Qué exaltación de labios y honduras generosas!
Bajo las huecas ropas aleteó la vida,
y sintieron vivas bruscamente las cosas.
Eres más clara. Eres más tierna. Eres más suave.
Ardes y te consumes con más recogimiento.
El nuevo amor te inspira la levedad del ave
y ocupa los caminos pausados de tu aliento.
Ríe, porque eres madre con luna. Así lo expresa
tu palidez rendida de recorrer lo rojo;
y ese cerezo exhausto que en tu corazón pesa,
y el ascua repentina que te agiganta el ojo.
Ríe, que todo ríe: que todo es madre leve.
Profundidad del mundo sobre el que te has quedado
sumiéndote y ahondándote mientras la luna mueve,
igual que tú, su hermosa cabeza hacia otro lado.
Nunca tan parecida tu frente al primer cielo.
Todo lo abres, todo lo alegras, madre, aurora.
Vienen rodando el hijo y el sol. Arcos de anhelo
te impulsan. Eres madre. Sonríe. Ríe. Llora.
Pero sólo a primera vista, ¿verdad?
Que tengáis un buen día.
jueves, 25 de septiembre de 2008
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