domingo, 22 de junio de 2008

Revocar el mandato de ser (qué bien huele el aire de la noche)

Llevo currando lo que llevamos de fin de semana, y lo que me queda. Necesito aire, así que me voy a regalar a Claudio Abbado en su mejor momento (1982) al frente de la London Symphony Orchestra y de de ni más ni menos que de Jessye Norman (mezzo), Margaret Price (soprano), Josep Carreras (tenor) y Ruggero Raimondi (bajo), interpretando el "Offertorio" del Requiem de Verdi:



Subid el volumen sin miedo, cerrad los ojos e imaginad que estáis ahí, y flotad.


El DVD está descatalogado en España pero disponible en Amazon por si os lo queréis comprar.






Y de acompañamiento, poesía de la buena: qué bien (d)escribe este hombre.


ALARGABA LA MANO Y TE TOCABA… (Antonio Gala)

Alargaba la mano y te tocaba.
Te tocaba: rozaba tu frontera,
el suave sitio donde tú terminas,
sólo míos el aire y mi ternura.

Tú moras en lugares indecibles,
indescifrable mar, lejana luz
que no puede apresarse.

Te me escapabas, de cristal y aroma,
por el aire, que entraba y que salía,
dueño de ti por dentro. Y yo quedaba fuera,
en el dintel de siempre, prisionero de la celda exterior.

La libertad hubiera sido herir tu pensamiento,
trasponer el umbral de tu mirada, ser tú, ser tú de otra manera.
Abrirte, como una flor, la infancia , y aspirar su esencia y devorarla.
Hacer comunes humo y piedra.

Revocar el mandato de ser. Entrar.
Entrarnos uno en el otro.
Trasponer los últimos límites.
Reunirnos...

Alargaba la mano y te tocaba.
Tú mirabas la luz y la gavilla.
Eras luz y gavilla, plenitud
en ti misma, rotunda como el mundo.

Caricias no valían, ni cuchillos,
ni cálidas mareas. Tú, allí, a solas,
sonriente, apartada, eterna tú.
Y yo, eterno, apartado, sonriente,
remitiéndote pactos inservibles, alianzas de cera.

Todo estuvo de nuestra parte, pero
cuál era nuestra parte, el punto
de coincidencia, el tacto
que pudo ser llamado sólo nuestro.

Una voz, en la calle, llama y otra
le responde. Dos manos se entrelazan.
Uno en otro, los labios se acomodan;
los cuerpos se acomodan. Abril, clásico,
se abate, emperador de los encuentros.

¿Esto era amor? La soledad no sabe qué responder: persiste, tiembla, anhela destruirse.
Impaciente se derrama en las manos ofrecidas.
Una voz en la calle....Cuánto olor,cuánto escenario para nada. Miro
tus ojos. Yo miro los ojos tuyos; tú, los míos: ¿esto se llama amor?

Permanecemos. Sí, permanecemos
no indiferentes, pero diferentes. Somos tú y yo: los dos, desde la orilla
de la corriente, solos, desvalidos, la piel alzada como un muro, solos
tú y yo, sin fuerza ya, sin esperanza.

Idénticos en todo,
sólo en amor distintos.
La tristeza, sedosa, nos envuelve
como una niebla: ése es el lazo único;
ésa la patria en que nos encontramos.

Por fin te identifico con mis huesos
en el candor de la desesperanza.
Aquí estamos nosotros: desvaídos
los dos, borrados, más difíciles,
a punto de no ser....¿Amor es esto?

¿Acaso amor es esta no existencia de tanto ser?
¿Es este desvivirse por vivir?
Ya desangrado de mí, ya inmóvil en ti, ya alterado, el recuerdo se reanuda.
Se reanuda la inútil existencia...
Y alargaba la mano y te tocaba.





Mucho mejor ahora, qué bien huele el aire de la noche; ójala os sintáis la mitad de bien que yo.

Buen fin de semana a todos.

1 comentario:

Ginebra dijo...

¡Qué bonito, Delamata!!! Me encantan los poemas de amor que nos regalas casi a diario.
No curres mucho, corazón!!!!