martes, 16 de septiembre de 2008

Vergüenza (I)



En este blog no se habla de política, y hoy no es la excepción. Pero estamos entrando, o mejor nos están empujando a entrar en aguas pantanosas. Hablamos de libertades, o mejor de recortes sustanciales al legado de libertades que nuestros padres nos han dejado. Hablamos de una derogación de derechos fundamentales con alevosía y por la puerta de atrás. Y se me está calentando la sangre.

Hablamos de la mayúscula vergüenza que supone la propuesta de reforma de la directiva 2003/88 sobre “ordenación del tiempo de trabajo" adoptada el pasado 11 de junio de 2008 por el Consejo de Empleo, Política Social, Sanidad y Consumidores de la Unión Europea.

La versión oficial es que la modificación pretende crear un instrumento que permita “flexibilizar” el tiempo de trabajo. La idea, nos dicen, es permitir pactos individuales entre trabajador y empresa (hoy ilegales) donde el trabajador pueda renunciar a su jornada máxima (la que tenga por convenio, normalmente entre 38 y 40 horas semanales), consintiendo en trabajar hasta 65 horas semanales. El pretexto es, en términos waltdisneyanos muy apropiados en estos tiempos de crisis, “crear más y mejor empleo mediante la flexibilidad” (Comunicación de la Comisión Europea de 27 de junio de 2007). Y, claro, dicho así...

Pero no hablamos de la opción legal y legítima del trabajador de libremente decidir completar ingresos mediante el desempeño de dos o más puestos de trabajo (con dos o más salarios) hasta llegar a las 65, o las 80, o a las 100 horas de trabajo semanales (cosa que es perfectamente legal). Ni hablamos de empresarios colectivos o autónomos. Hablamos de “pactos individuales” entre trabajador asalariado y empresa que permiten –y esto es lo que no se nos dice en la versión oficial, y la razón por la que hoy son ilegales- derogar el sistema legal de fuentes en materia de tiempo de trabajo.

Me explico: la teoría dice que la ley y/o el convenio colectivo fijan las reglas del juego, y mediante el contrato individual de trabajo la empresa y el trabajador puede pactar lo que quieran, pero nunca por debajo de los límites que marca la ley. Por ejemplo, es ilegal que un contrato individual de trabajo fije que el empresario te puede echar a la calle pagándote diez días por año trabajado, aunque al trabjador le pueda parecer bien. O que el trabajador renuncie a sus vacaciones anuales pagadas, o a parte de ellas. O, lo que motiva estas líneas, que el trabajador consienta en trabajar 65 horas a la semana en vez de las 38-40 horas que fijará normalmente el convenio –y las extraordinarias que pueda trabajar y cobrar, que a su vez están también limitadas.

Hablamos de derogar las actuales normas sobre un período mínimo de descanso y duración máxima semanal del trabajo. Hablamos de un futuro muy próximo en el que el supuesto “pacto individual entre empresario y trabajador” se traducirá en la derogación masiva de los avances sociales mediante acuerdos individuales en masa.

Hablamos de una erosión sin precedentes en el Estado social y de Derecho que consagra la Constitución.

Hablamos de derogar el estándar mínimo de protección que ha llevado decenios consolidar, y con él el Estatuto de los Trabajadores y los convenios colectivos, que si propera la propuesta pasarían a tener la categoría de declaración simbólica.

Hablamos de legitimar el trabajo precario a golpe de directiva.

Y hasta aquí hemos llegado.

Porque el tiempo de trabajo no es sólo una condición de empleo; porque a la inversa es una condición para que la vida del trabajador exista cuando deja la empresa, para que pueda ejercer como persona, como padre, como hijo, para que pueda acceder a la cultura y a la educación, para que pueda leer y recitar poesía, ir a un concierto, tomarse cañas con los amigos, hacer el amor, pasear con sus hijos, o escribir en un blog.

Llevamos, todos, veinte años dormidos. Veinte años hace que nos dejamos convencer por los bancos que éramos ricos. Veinte años hace que nos han anestesiado el cerebro a base de desviarnos la sangre al estómago y a los gentales.

Veinte años hace que el paisaje intelectual del país –con honrosas excepciones que destacan por lo desértico de la foto- recuerda al paisaje lunar del Cap de Creus, o al de los Monegros. Veinte años hace que consentimos cualquier cosa a nuestros políticos, que hemos renunciado a los ideales, a la igualdad social como condición de libertad. Veinte años hace que renegamos y apostatamos de nuestros derechos fundamentales y la democracia, sólo diez años después de conseguirla –o en mi caso, de que me la regalaran porque en el 78 no tenía ni bigote.

No consintamos la vergüenza, no seamos cómplices de ellas, porque entonces nos habrán sometido. No sigamos dormidos, ni durmiendo (que como es bien sabido no es lo mismo). Despertemos del letargo y volvamos a cantar: “Get up, stand up, stand up for your right / Get up, stand up, don’t give up the fight,” [Levántate, ponte de pie, reclama tu derecho / levántate, ponte de pie, no cejes en la lucha]




Que tengáis una buena semana.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Te noto "calentito" hoy, como decían los Beastie Bosy "You got to fight for your rights... to party".
saludos
sfb72

Ginebra dijo...

Delamata, me parece genial que te hinche la vena y que reclames lo que por derecho te pertenece: la libertad y opción de decidir. No te conocía este "lado tuyo" que por cierto, es muy tentador e interesante. Un beso (hoy mayor que nunca. Además con palabras y foto de mi Bob).

TONI dijo...

Hay razones más que suficientes para preocuparse. Lo jodido es, tal como apuntas, que aquí parece que no pase nada, que mientras el pueblo tenga fútbol y telebasura, está alienado, adormecido y todo cuela, por ejemplo un recorte de derechos así, por la jeta, y encima vía directiva de la UE, increíble...